Farándula

Mayim Bialik: ser una feminista en el mundo de Harvey Weinstein

Ingresé a la maquinaria de Hollywood en 1986, como una joven de 11 años, de nariz prominente, torpe, geeky y judía, básicamente una versión más descarada de la persona que ahora soy. En esa época no teníamos Internet, ni redes sociales, ni la televisión de realidad (realities), pero no se necesitaba nada de eso para comprender que no me veía ni actuaba como otras chicas de mi industria, y que estaba inmersa en un negocio que premia la belleza física y el atractivo sexual por encima de todo.

Nada ha sido un recordatorio más severo de que mi trabajo en la industria se aprovecha de la explotación de las mujeres, y no solo en la pantalla, que las acusaciones de Harvey Weinstein como agresor sexual en serie, en particular entre aspirantes a actrices jóvenes. Aunque estoy sorprendida y disgustada por el alcance de la supuesta depredación, el que hecho de que haya abusado de su posición de poder no me sorprende en lo más mínimo.

Siempre he tenido una relación incómoda con estar empleada por una industria que se beneficia de la objetivación de las mujeres. Aunque la presión de «ser como las chicas lindas» comenzó mucho antes de que entre a Hollywood, rápidamente aprendí, incluso siendo una actriz preadolescente, que las chicas jóvenes con miradas tiernas y labios carnosos que tenían un registro de voz alto eran favorecidas para los papeles por los poderosos hombres que tomaban las decisiones.

Crecí constantemente siendo molestada por mi apariencia, incluso entre los miembros de mi familia; mi nariz y barbilla fueron los principales puntos de discusión. Cuando era adolescente comencé a obsesionarme con la posibilidad de hacerme un trabajo en la nariz, para parecerme más a Danica McKellar, con un trabajo de barbilla para equilibrar mi rostro. Pronto me pregunté si debía hacerme unos implantes mamarios para parecerme más a Christina Applegate, que recibió tanta atención por su curvas. Siempre me sentí como un trol en comparación de muchas de mis contemporáneas. Un crítico de TVGuía me describió en la reseña del piloto de «Blossom», que mi cara tenía forma de escudo, de características desiguales. Nunca me recuperé porque me describieran así.

Siempre tomé decisiones conservadores como una actriz joven, en parte informada por mis padres, estadounidenses de primera generación, que era muy escépticos hacia la industria en general. «¡Este negocio te usará y te tirará como una toalla descartable!» —y por los hombres en particular: «Ellos solo quieren una cosa». Mi mamá no me dejó usar maquillaje ni hacerme la manicura. Ella me animó a ser yo misma en las salas de audición y seguí el fuerte ejemplo de mi madre para no aguantar a nadie que me llamara «bebé» (baby) o exigiera abrazos en el set de grabación. Siempre supe que no estaba de acuerdo con la normas que se esperaba de las niñas o mujeres de Hollywood.

Finalmente abandoné el negocio cuando tenía 19 años para obtener un doctorado en neurociencias en la Universidad de California, Los Ángeles. Ansiaba estar cerca de personas que me valoraban más por lo que estaba dentro de mi cerebro que po rlo que estaba dentro de mi sostén. Después de 12 años fuera de Hollywood, volví a actuar, en gran medida porque no tenía seguro de salud, y me concentré en la actuación e hice a la gente reír.

Como una mujer «no tradicionalmente» atractiva, regresé a una industria que me hizo audicionar para ser la «amiga desaliñada» o la «secretaria regordeta y simpática», aunque finalmente obtuve un papel que me ha ganado cuatro nominaciones al Emmy. ¿Es una sorpresa que interprete a una mujer ‘andrógina, incómoda y de madurez tardía?

Estoy agradecida de dar vida a Amy Farrah Fowler en la comedia número uno de Estados Unidos. Me siento honrada de representar a una feminista que habla de su mente, que ama la ciencia y sus amigos y que a veces desea ser la chica atractiva.

Puedo entenderlo. Yo también lo he deseado.

Y sin embargo, también he experimentado la ventaja de no ser un «diez perfecto». Como una feminista orgullosa con pocos deseos de hacer dieta, obtener cirugía plástica o contratar un entrenador personal, casi no tengo experiencia personal con hombres que me piden reuniones en las habitaciones de sus hoteles. Aquellos de nosotros en Hollywood que no representamos ese estándar imposible de belleza tienen el «lujo» de ser ignorados. Y en muchos casos, ignorados por los hombres con el poder, a menos que podamos hacerles dinero.

Todavía tomo decisiones todos los días, como una actriz de 41 años que cree en ser autoprotectora y sabia. He decidido que mi yo secual está reservado mejor para mis espacio privado, con las personas con las que comparto mi intimidad. Me visto modestamente. No actúo coquetamente con los hombres como conducta.

Estoy completamente consciente de que este tipo de opciones puede ser opresiva para muchas jóvenes feministas. Las mujeres debes poder usar lo que quieran. Deben poder coquetear con quien quieran y como quieran. ¿Por qué somos nosotras las que debemos controlar nuestro comportamiento?

En un mundo perfecto, las mujeres deben ser libres de actuar como quieran. Pero nuestro mundo no es perfecto. Nada, absolutamente nada, excusa a los hombres de agredir o abusar a las mujeres. Pero no podemos ser ingenuos sobre la cultura en la que vivimos.

Creo que podemos cambiar nuestra cultura, pero no será algo que ocurra de la noche a la mañana. Vivimos en una sociedad que ha tratado a las mujeres como compañeras de juego desechables por mucho más tiempo que el Sr. Weinstein ha estado conociendo ingenuas muchachas en lujosas habitaciones de hotel.

Un punto a destacar aquí es que estamos viendo cómo más mujeres toman lugares prominentes detrás de cámaras. Mujeres como Jenji Kohan y Jill Soloway muestran en sus programas personajes femininos que conocemos en la vida real, pero que nunca habíamos visto en la televisión. Y más mujeres y hombres están despertando al hecho de que sobre nosotros tenemos sonando una alarma sobre los comportamientos inaceptables.

Mientras tanto, planeo seguir trabajando arduamente para alentar a las mujeres jóvenes a cultivar esas partes de sí mismas que quizás no les gane fama y fortuna. Si eres hermosa y sexi, genial. pero hacer que otros celebren tu belleza física no es la manera de llevar una vida significativa.

Y si como yo, no eres un 10 perfecto, debes saber que hay personas que te encontrarán deslumbrante, irresistible y digna de atención, respeto y amor. La mejor parte es que no tienes que ir a una habitación de hotal o pasar por una sofá de audiciones paa encontrarlo.

El texto de esta entrada apareció originalmente en el New York Times, como Mayim Bialik: Being a Feminist in Harvey Weinstein’s World, en inglés. Nosotros lo hemos traducido lo mejor que podemos porque creemos que sería de interés para el público en español.