Décadas atrás, los programas que ganaban los premios Emmy eran un reflejo de lo que era popular en la televisión.
Por supuesto, debemos recordar que los votantes de los Emmy tampoco tenían mucho de dónde elegir. Solo habían tres canales principales y un puñado de opciones entre las cuales elegir, las nominaciones tendían a recompensar a los programas que atraían más espectadores, como I Love Lucy, The Dick Van Dyke Show, All The Family, M*A*S*H… Heck, incluso The Monkees ganó en la categoría de mejor comedia en 1967.
Si avanzamos rápidamente hacia el presente, veremos que se ha creado una desconexión entre lo que es popular entre los críticos y lo que es popular para los espectadores.
Una explicación está en el inmenso número de opciones entre las que la gente puede elegir hoy en día. El año pasado hubieron cerca de 500 series disponibles en emision, por cable y en línea, más del doble de lo que había disponible en 2008. Este año, las tres cadenas de televisión más importantes han conseguido 143 nominaciones, solo 31 más que Netflix por sí solo.
Sin embargo, también debemos considerar los cambios en la sociedad. Los votantes de los premios a menudo reconocen como arte el proyectar una visión sobre el mundo actual (por ejemplo, el Mejor Drama del años pasado fue The Handmaid’s Tale) o darle visibilidad a un grupo previamente ignorado (Transparent). Los votantes de los Emmy tratan de darle mayor reconocimiento a estos programas, como una manera de darle una mayor visibilidad y conseguir un compromiso de la sociedad con su mensaje.
«Hay una creciente bifucación entre lo que es popular y lo que es aclamado por la crítica», dice Linda Ong, directora de cultura de CIVIC, que asesora a las marcas a sopesar las repercusiones culturales de sus relaciones y asociaciones.
«En los inicios de la industria televisiva, se solía asociar automáticamente la popularidad con la calidad de un espectáculo. Hoy en día, con la proliferación de contenidos a través de lo digital e internet, esas dos cualidades se han convertido cada vez más en polos de un mismo espectro».
Esencialmente, como ella explica, cuando vas a un evento social y hablas sobre los programas que causan más impacto y repercusión en los medios «generalmente no estás hablando de los espectáculos número uno en audiencias».
Eso podemos verlo reflejado claramente en los premios Emmy de 2018. Programas como Barry de HBO, The Assassination of Gianni Versace: American Crime Story y Atlanta de FX o The Crown de Netflix estuvieron entre los principales nominados, pero ninguno de ellos aparece entre los mejores 10 programas de Nielsen (la empresa de medición de audiencias)… probablemente, ni siquiera aparecerán entre los 50 mejores. Es decir, entre los 50 más vistos.
Linda Ong explica que hoy en día, lo que es nominado tiene más que ver con los ideales culturales de Hollywood, especialmente en una época en la que las celebridades se implican mucho en la política del país.
«Hollywood trata de forzar y promover un cambio social», afirma. «Con los Emmys, este es claramente el caso, especialmente este año, y en gran medida son apoyados por la sociedad. Ellos celebran (y premian) lo que quieren alentar y apoyar».
Por eso, verás a los Emmy aprobar un programa como Versace, que trata con sensibilidad temas relacionados con la cultura gay, o The Americans, que habla sobre la moralidad, y también de Rusia como el enemigo. Como consecuencia, los programas más populares que se emiten y que consiguen audiencias masivas, pero con un mensaje más inocuo como The Big Bang Theory o incluso contrario a los ideales de Hollywood, como Roseanne (ya cancelado), son desplazados y dejado de lado a la hora de repartir nominaciones y premios.
Nótese que black-ish, de ABC, que aborda temas sociales y raciales, es el único programa de las cadenas televisivas generalistas que se abrió paso en la categoría de Mejor Comedia.
En resumen, quien gane los Emmy no lo hará tanto por tener las mejores temporadas o los mejores actores, sino por la manera como representa fielmente el mensaje que Hollywood quiere enviar y con el que quiere influir en la sociedad, dándole publicidad a los programas nicho (menor audiencia) y de esta manera darles una cobertura más amplia.
«Las categorías de drama principal y comedia principal son importantes para lo que la industria quiere que se conozca ahora mismo, en esta época, los Emmy nominan solo a candidatos que consideran «ejemplares» (o sea, que coincide con lo que Hollywood quiere), dice Ong.
«Si Game de Thrones gana el premio como Mejor Drama, se dice que la industria está premiando la calidad y la popularidad del espectáculo. Pero si algo de nicho gana, como The Americans, que también es interesante y fantástico, también nos está diciendo en medio del clima político actual, que hay cuestiones geopolíticas que deben ser discutidas en todos los sentidos».
Esta entrada se publicó originalmente en la versión digital de la revista Forbes, como: Emmy Awards 2018: The Disconnect Between Critical Hits And Popular Shows, por Toni Fitzgerald, en inglés. Nosotros lo hemos traducido lo mejor que podemos para ponerlo al alcance del fandom en español.
¿Algo más?
Solo me queda decir que este artículo expresa, de manera amable y políticamente correcta, algo que simple y llanamente debería llamarse manipulación de masas. Algo que cualquiera con algo de sentido común habría notado, por lo evidente que es. Y no solo en los medios en inglés, sino también en español.
Cualquiera que visite sitios de crítica televisiva y de cine hoy en día puede notar como muchas veces se discute más las declaraciones de los productores, directores y actores sobre «cuestiones sociales», que sobre la calidad de su produccion, dirección y actuación.
Y de alguna manera, también explica algunos de los ataques que han recibido Kaley Cuoco, Mayim Bialik y Kunal Nayyar en el pasado de parte de la prensa, Hollywood y las redes sociales (llenas de «activistas» y «guerreros de la justicia social») por expresar sus ideas disidentes o incluso, solo por no tomárselo tan en serio los ideales que Hollywood defiende.
Paradójicamente, en otro artículo de Forbes, la misma autora no puede evitar caer en el mismo error de no centrarse exclusivamente en la calidad de las actuaciones. Fitzgerald lamenta que Sandra Oh no haya ganado el Emmy como Mejor Actriz Dramática. Eso no tiene nada de malo, cada quien tiene derecho a tener sus favoritos, el problema viene cuando ella deplora y hasta se atreve a insinuar que a Oh «le robaron el Emmy», dando como principal motivo de su indignación el que Oh «era la primera mujer de ascedencia asiática que fue nominada en esa categoría». No creo que se necesite agregar nada más.